miércoles, 9 de marzo de 2016

ARTÍCULO DE JUAN ANTONIO BORRERO SOBRE IVÁN NÁPOLES, PREMIO NACIONAL DE CINE 2016 EN CUBA.
.Me ha dado muchísimo gusto escribir este artículo sobre Iván Nápoles para el sitio Progreso Semanal. La entrega que le hacen del Premio Nacional de Cine es merecidísima, y sería una excelente oportunidad para reestrenar a lo largo y ancho de Cuba el documental de Isabel Santos Viaje al país que ya no existe. Poco a poco la historia fangosa del cine cubano (esa que contrasta con la historia de neón, o sea, la historia representada generalmente por directores y actores alabados en festivales donde se estrenan las cintas) comienza a ganar naturalidad entre nosotros.
JAGB
EL HOMBRE DE LA CÁMARA.
Premio Nacional de Cine 2016.
Juan Antonio García Borrero • 5 de marzo, 2016
Hasta hace poco, la lectura canónica del cine cubano depositaba casi toda la responsabilidad de la creación en el director. Así, Titón, García-Espinosa, Santiago Álvarez, Solás, entre otros, serían los demiurgos que iluminaron con sus ideas a quienes trabajaron en función de sus indicaciones. Esta manera trasnochada de ver el proceso creador apenas reparaba en las contribuciones de aquellos que, encargándose de lo que otras veces he llamado “oficios invisibles”, posibilitaban el sentido último de lo que el espectador vería finalmente en pantalla.
Por eso la entrega del Premio Nacional de Cine al director de fotografía Iván Nápoles (La Habana, 9 de noviembre de 1933) viene a ser otro capítulo importante de esa nueva Historia del cine cubano que ya se viene escribiendo, donde el reconocimiento a la labor de estos artistas que casi siempre trabajaron a las órdenes de nuestros grandes “autores”, implica una relectura radical de lo que ha sido el proceso creativo del audiovisual en Cuba.
En esta nueva lectura, si se quisiera entender la esencia de un fenómeno como lo fue el Noticiero ICAIC, no se podría explicar a partir de la figura única de Santiago Álvarez, por genial que fuera (y lo fue) su liderazgo, en tanto, como resaltaría el propio Santiago:
“Para todo este trabajo, fue muy importante la labor desempeñada por camarógrafos, sonidistas, editores, mesa de animación, todos excelentes profesionales: Iván Nápoles, Dervis Pastor Espinosa, Raúl Pérez Ureta, Arturo Agramonte, Julio Simoneau, Jerónimo Labrada, Jorge Pucheux, Pepín Rodríguez, Tuto, Rosalía, Miriam Talavera, Norma Torrado, Idalberto Gálvez, Gloria Argüelles, Julia Yip, en fin todos aquellos sin los cuales la labor del noticiero habría sido imposible”.
En el blog Cine cubano, la pupila insomne ya se han mencionado varios ejemplos de esas contribuciones pasadas por alto por la crítica tradicional: recuérdese la secuencia del Sergio de Memorias del subdesarrollo desintegrándose en la pantalla, gracias a la pericia de Jorge Pucheux en la truca, o las fotos quemadas del linchamiento del negro en Now, exclusividad del ingenio de Pepín Rodríguez.
En el caso de Iván Nápoles, supongo que la persona encargada de hacer el elogio en la ceremonia de entrega del premio, no podrá evitar hablar de su paso por el Noticiero ICAIC. Aunque increíblemente su voz falta en ese libro esencial sobre el tema que es “El Noticiero ICAIC y sus voces”, de la investigadora Mayra Álvarez Díaz, su nombre, sin embargo, es probablemente tan citado como el de Santiago Álvarez, y ello nos puede dar la medida de la influencia ejercida sobre sus compañeros.
Lo curioso es que Iván Nápoles no llegó al Noticiero como responsable de una cámara. Julio Simoneau lo evoca en sus inicios del siguiente modo:
“Iván Nápoles era el luminotécnico de Cine-Revista, y entra con nosotros como luminotécnico del Noticiero ICAIC. Tuvimos que convencerlo de que cogiera la cámara, porque él insistía en que era luminotécnico, y uno le decía: «Oye, coge la cámara, que hay otros compañeros que vienen detrás, que van a filmar, y tú tienes experiencia». Es así como Iván empieza: «Bueno, déjame ver», decía; porque Iván es una persona muy simpática, pero tiene sus características; después demostró que era muy buen camarógrafo. En el ICAIC, era la mano derecha de Santiago Álvarez; pero en un principio fue como te digo; o sea, entra como luminotécnico y unos meses después aprende con nosotros la cámara y empieza a filmar”.
Si siguiéramos con los enfoques tradicionales, pensaríamos que con Iván Nápoles estamos en presencia de otro ejemplo de genio creador que nace con un don divino. Sin embargo, como ha quedado demostrado, el talento y la creatividad se cultivan en el tiempo, y tiene mucho que ver con la capacidad que ostentan los individuos para aprender de los otros. Dicho de otra manera, esa maestría para retratar en el momento justo, apelando a la improvisación (que sería la marca de identidad en el estilo de Nápoles) se apoya en un aprendizaje consciente de lo que el cine como lenguaje y arte ha aportado previamente, según puede deducirse de esta confesión de Pepe Riera, otro gran director de fotografía del cine cubano:
“De los camarógrafos del ICAIC, en los primeros puestos está un personaje como Iván Nápoles, con una gran historia y filmografía dentro del Noticiero. A veces no medimos qué es él para el cine. Considero que, entre todos los camarógrafos, es el que más películas veía. En el ciclo de cine español, o la semana de la cinematografía italiana, Iván Nápoles era de las personas que siempre estaban en los primeros puestos, y también cuando se hacían los cine-debates”.
Porque no se trata solamente de tener una cámara en la mano. Si falta la sensibilidad del ojo, el cual obligatoriamente tiene que ser educado, mucho más en una época como la nuestra, tan saturada de imágenes de todo tipo, sencillamente se filmará para el olvido. Supongo que en algo de esto estaba pensando Daniel Díaz Torres cuando afirmara: “De aquí a treinta años van a existir muchas dificultades para encontrar buenas imágenes como las que filmaban Iván Nápoles, Raúl Pérez Ureta, y otros camarógrafos, en las que había un reflejo de realidad, pero con una sensibilidad artística”.
No ha sido el noticiero, desde luego, el único terreno donde Nápoles ha demostrado su maestría, y allí nos quedan esas obras documentales filmadas en Viet Nam bajo las órdenes de Santiago Álvarez, con los títulos de Hanoi, Martes 13 (1967), 79 Primaveras (1967) y Abril de Viet Nam en el año del gato (1975). Por fortuna, con Viaje al país que ya no existe (2014), Isabel Santos se encargó de registrar para la memoria histórica el reencuentro del artista con la ciudad que con tanto dolor retratara a finales de los sesenta.
Termino este breve homenaje con una anécdota de ese excelente profesor de cine e inmejorable narrador oral que es Mario Piedra, hablando de sus experiencias con Iván Nápoles, cuando fungía como redactor de notas del Noticiero ICAIC. Es una anécdota hermosa que nos revela las sutilezas que acompañan al acto creativo cuando está presente la complicidad intelectual. Dice Mario Piedra:
“Voy a filmar con Iván Nápoles a la Habana Vieja. Yo lo «dirigía», porque necesitábamos fragmentos de la arquitectura del siglo XVIII y XIX, así que me era útil ser graduado de Historia del Arte. De pronto, Iván giró la cámara 180 grados y empezó a filmar. Yo miré en esa dirección y, francamente, no vi nada. Después, en la moviola, vi los rushes. Bueno, «mis» planos estaban bien, pero en el plano de Iván estaba la Habana Vieja entera, con todo su espíritu. Ese es el talento”.
Nota: Todas las citas han sido extraídas del libro “El Noticiero ICAIC y sus voces”, de Mayra Álvarez Díaz. Ediciones La Memoria. Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, La Habana, 2012.
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